Bueno pues… arrancamos.

Y como primer post me apetece hablar de cómo sentimos esta maltrecha profesión, la del diseñador gráfico, artista visual estratégico, creativo gráfico, director de arte o como se quiera definir uno. Ya que en el mundo moderno todos somos diseñadores (gráficos, sobre todo), ya no vale la pena diferenciar entre aquellos que pasaron por la universidad y los que no. O entre aquellos que hicieron el megamáster en el IED y los que no. O entre los que se han pasado la postadolescencia en los museos y los que no.

A mí que me encantan los manifiestos, y además soy muy de vanguardias, me encanta el del Futurismo Ruso para intentar explicarme: A SLAP IN THE FACE OF PUBLIC TASTE. Eso es lo que me va. Y eso es lo que tengo muchas veces en la cabeza y en el corazón a la hora de concebir un diseño cualquiera. Cuando me lo puedo permitir, claro. Y eso es lo que diferencia para mí al diseñador de corazón del diseñador de Photoshop. Esa sensibilidad para buscar un concepto, plasmarlo, y  atizarle en la cara al espectador. Es provocación de la buena, de la de emoción, rechazo, enamoramiento, un oh! un buf! un toma ya! Y todo ello con el PARA QUIÉN grabado a fuego.

Porque, ¿para quién diseñamos los diseñadores? Para Pinterest? Un poco si… pero si somos un poco profesionales, siempre deberíamos tener claros nuestros objetivos comunicativos con el cliente de turno. Y esto no siempre es así. Aunque parece que ahora da igual… “Lo bonito” flota en la red, viaja de pantalla en pantalla, se separa de su origen y de su significado para pasar a formar parte de un universo paralelo en el que destacar.

…Y aún así, no pierde sentido. Porque los que nos dedicamos a esto queremos, QUEREMOS un mundo visual más bonito para todos. Suena ñoñísimo, pero en última instancia, es lo que nos mueve. Luego sí, la estrategia, el concepto, el posicionamiento y toda la mandanga del oficio es otra cosa, pero al final queremos que el papel en el que nos envuelven los filetes en la carnicería sea BONITO. Que bastante feísmo hay por las calles…

Así que, en definitiva, la profesionalidad del diseñador sí que es medible, pero sus aptitudes, no tanto. ¿Que hay mucho vendemotos? Sí. Pero que también hay mucho “advenedizo” con un nivel más que aceptable, también.

…Lo que importa: un poco de impacto. La bofetada visual.